Siguiendo la racha nipona, confiamos en los valores de Studio Ghibli y nos pusimos a ver Cuentos de Terramar.
Craso error.
La peli es una adaptación de una parte del ciclo de Terramar de la aclamada Ursula K. Le Guin (una de esas personas que collecionan Hugos y Nébulas), una serie de novelas y cuentos fantásticos, que según la Wikipedia va de cosas tipo Freud y Jung. Comentan que la sra. Úrsula había rechazado varias propuestas de adaptar Terramar, pero tras ver Mi Vecino Totoro de Miyazaki, aceptó. El problema es que el encargado fue el Miyazaki equivocado, su hijo Goro. A Hayao no le hizo mucha gracia que se encargase Goro y Úrsula... se desentendió del resultado, comentando que la película sólo coincidía con sus libros en el nombre de los personajes y poco más.
Malos presagios para la película que en efecto se cumplen. La cinta narra una historia muy plana en una ambientación aparentemente muy rica, pero de la que sólo recibimos pinceladas aquí y allá. El príncipe mata al rey en medio de una crisis que ríase usted de la económica, con plagas y decadencia mágica, y huye junto con el archimago Gavilán (sí, sí, el tío se hace llamar Gavilán). Luego pasan cosas malas, nos encontramos con personajes aparentemente muy importantes y entre ronquido y ronquido (el que escribe tuvo que luchar por mantener la consciencia), todo acaba al parecer bien.
Yo diría que esto es como todo lo malo de La Princesa Mononoke, quitándole las pocas cosas que la salvaban y alargándose hasta el infinito. La animación lleva el sello Ghibli, pero tampoco es que emocione como otras. Realmente hay pocos sitios por donde recomendar la peli... quizá si quiere uno ver todos los títulos de Studio Ghibli, pero poco más.