Me hallo momentáneamente en la curiosa situación de que la manera más conveniente de escuchar música cómodamente es a través del vinilo (y, tangencialmente, de que los acentos del terminal no me funcionan). Si bien comprendo bien la pasión por lo retrógrado (y la ejerzo en muchísimas ocasiones) no acabo de comprender la afición de tantos melómanos por sus queridos tocadiscos. Dejemos aparte cualquier discusión sobre la calidad sonora (que no atisbo a apreciar- para mi suenan algo peor que los cds). Ahora mismo se me ha acabado el disco y tengo que levantarme para cambiarlo, no puedo saltar a una pista en concreto si me apetece (y olvídense de controlar algo más que el volumen con su mando a distancia) y son un poco bastante imprácticos de manejar.
Concederemos que alguna cosa buena sí que tienen: el tamaño. Como son bastante grandes, es bastante más fácil apreciar la cubierta, mucho más bonita (si el disco lo merece) que el cd equivalente. Es más, el paquete en sí es bastante más bonito que la típica funda de plástico d cd. Y al ser casi planos, tampoco puede decirse que abulten demasiado.
En fin, me vuelvo al siglo pasado, si me disculpan.